Los datos hablan por sí solos: recibimos más de 6.000 impactos publicitarios al día, la mayoría en entornos digitales. Una auténtica sobresaturación que obliga a las marcas a preguntarse: ¿cómo destacar en medio de tanto ruido? ¿Sirve de algo sumar impactos o es más eficaz generar recuerdos duraderos?
Aquí es donde entra en juego el marketing experiencial. No se trata de mostrar más anuncios, sino de invitar al consumidor a vivir algo real, tangible, memorable. El 76% de los consumidores lo confirma: prefieren gastar en experiencias de marca antes que en productos. En Europa, 7 de cada 10 quieren sentir que forman parte de algo; en España, un 62% prefiere una experiencia inolvidable antes que un simple descuento. La tendencia es clara: las marcas que hacen sentir, ganan terreno.
Los eventos: de complemento a protagonistas
Basta con pasar unos minutos en Instagram o TikTok para verlo: los eventos están en auge. Desde entregas de premios hasta veladas de boxeo o festivales acuáticos, lo que mueve al público es estar allí, vivirlo en primera persona y compartirlo después.
El sector lo confirma: la inversión en experiencias de marca crece más de un 9% anual (BCG 2024). Ya no hablamos solo de entretener o impactar, sino de crear vínculos emocionales que influyan en la decisión de compra. De hecho, los eventos han dejado de ser un “extra” en las campañas para convertirse en su eje central. Según Eventoplus, el 72% de los profesionales los considera ya una prioridad estratégica, reforzado por el dato de Dentsu Creative Experience Report 2024: la inversión en experiencias de marca sube un 11% anual desde 2020.
Experiencias que se saborean
Si algo distingue al marketing experiencial es su capacidad para activar los cinco sentidos. A diferencia de un spot televisivo o un banner digital —que se limitan a vista y oído—, una experiencia bien diseñada permite saborear, tocar, oler, escuchar y contemplar. En otras palabras, multiplica las oportunidades de dejar huella en la memoria y, lo más importante, en la emoción del consumidor.
Un ejemplo inspirador lo encontramos en PromPerú, que entendió que si quería conquistar turistas, debía empezar por conquistar sus sentidos. Y pocos territorios generan tanta conexión inmediata como la gastronomía. Así nació la campaña “Perú Mucho Gusto”, una propuesta que llevó a Madrid y Nueva York un pedacito de Perú a través de sus sabores, aromas y texturas.
Durante los días de feria, más de 14.000 personas en Madrid y 5.000 en Nueva York se dejaron seducir por platos icónicos como el ceviche, el lomo saltado o el ají de gallina, sin olvidar el inconfundible pisco. Cada bocado era un viaje express a los Andes, cada aroma transportaba al Pacífico y cada textura acercaba a los visitantes a un país lleno de contrastes. La experiencia se completaba con artesanía local y espectáculos musicales, envolviendo al público en una atmósfera que recreaba la autenticidad y la vitalidad de las regiones peruanas más tradicionales.
El futuro es experiencial
¿Dónde residió el éxito? En esa conexión emocional que surge cuando el disfrute trasciende lo individual y se convierte en algo compartido. Comer, brindar y bailar con amigos en un ambiente relajado no solo hizo del evento una vivencia única, sino que lo convirtió en un recuerdo colectivo que los asistentes quisieron llevarse consigo.
Este caso demuestra que las marcas que apuestan por experiencias integrales no solo captan la atención: conquistan la memoria y generan un vínculo duradero. Porque el consumidor actual no busca únicamente un producto o un servicio, sino un momento que lo haga sentir parte de algo. Y por ello, el marketing del mañana no se compra ni se vende: se siente. Está en la risa compartida, en el sabor inesperado, en la emoción que perdura. Solo quienes logren despertar los cinco sentidos quedarán grabados en la memoria de los consumidores.
Y aquí las agencias jugamos un papel decisivo. Deben entender que el futuro del sector ya no se mide únicamente en impactos, sino en emociones auténticas. Nos encontramos en una era en la que el verdadero éxito pasa por provocar sensaciones reales, por diseñar experiencias que activen los cinco sentidos y, con ellos, la fidelidad del consumidor.