¿Anuncio o monumento? Cuando la publicidad se convierte en un atractivo turístico

El sector de la publicidad genera muchos más impactos de los que podemos llegar a pensar. Cuando hablamos de que cada persona recibe de media al día unos 6.000 impactos de anuncios, puede llegar a parecer una exageración, pero se trata de una realidad.

En una era en la que la imagen lo es todo, hay elementos de la publicidad que han logrado trascender su función comercial para convertirse en auténticos iconos culturales y turísticos. ¿Es un cartel? ¿Un edificio? ¿Una valla? A veces, es ambas cosas: marketing y patrimonio visual.

El Edificio Schweppes en Madrid

Ubicado en plena Gran Vía madrileña, el edificio Capitol, más conocido por su luminoso cartel de Schweppes, es un claro ejemplo de este fenómeno. La silueta del letrero neón forma parte inseparable del skyline madrileño. Lo que comenzó como una campaña publicitaria en los años 70 se ha convertido en un símbolo pop de la ciudad, inmortalizado incluso en el cine, como en la película El día de la bestia de Álex de la Iglesia.

Times Square: el templo de los anuncios

Pocos lugares en el mundo son tan famosos por sus anuncios como Times Square, en Nueva York. Millones de turistas acuden cada año no solo para asistir a algún musical de Broadway o las celebraciones de Año Nuevo, sino para empaparse del espectáculo visual de pantallas LED, vallas gigantes y neones que envuelven los edificios. Es publicidad, sí, pero también un monumento vivo a la cultura del consumo y la modernidad.

El cartel de Hollywood: ¿publicidad camuflada?

Aunque hoy es uno de los íconos más reconocibles del mundo, el famoso letrero de Hollywood nació en 1923 como una estrategia publicitaria para vender terrenos en una urbanización llamada “Hollywoodland”. Con los años, perdió las últimas letras y se convirtió en símbolo del cine y del sueño americano. Un caso curioso donde la intención publicitaria se diluyó hasta convertirse en símbolo cultural.

Coca-Cola en Piccadilly Circus

Piccadilly Circus es conocida por ser la versión británica de Times Square. Sin llegar a tener la cantidad de pantallas de la plaza neoyorkina, destaca por sus luminosos letreros. Entre todas las marcas anunciadas, Coca-Cola es la que más tiempo ha mantenido su imagen en una de las pantallas más emblemáticas del lugar. Para muchos visitantes, ver la publicidad de Coca-Cola aquí es parte del recorrido turístico, casi como visitar el Big Ben o el London Eye.

El cartel de Corona en Playa del Carmen (México)

En Riviera Maya, donde la playa y el sol son protagonistas, la marca Corona ha sabido integrarse al entorno de forma sutil pero efectiva. Algunos bares frente al mar y miradores turísticos, han colocado grandes letras con el logo de la cerveza como si formasen parte del mismo paisaje. Un reclamo que en la era de Instagram resulta muy atractivo para los viajeros, que comparten sus selfies frente a estos letreros, como si se tratara de un monumento más.

El toro de Osborne en España y América Latina

Aunque es un símbolo español, el famoso toro de Osborne, originalmente una valla publicitaria para brandy, ha sido adoptado en distintas regiones de Hispanoamérica como un ícono cultural. En el caso de España, su presencia es menor que hace unos años pero sigue siendo un reclamo de los viajes en carretera, lo mismo que en algunos países como México y Argentina.

El muñeco de Glico en Osaka (Japón)

En el barrio de Dotonbori, en Osaka, hay un cartel que recibe más flashes que muchas obras de arte: el famoso corredor de Glico. Este luminoso gigante, que muestra a un atleta levantando los brazos en señal de victoria, es una de las postales más buscadas por los turistas que visitan la ciudad. La imagen ha cambiado con los años, pero el espíritu de la marca permanece como uno de los íconos visuales más potentes de Japón.

¿Publicidad o cultura visual?

Estos ejemplos plantean una pregunta interesante: ¿cuándo un anuncio deja de ser solo marketing y se convierte en parte del patrimonio de una ciudad? Tal vez la respuesta esté en la persistencia, en el vínculo emocional que establece con la gente, o en cómo la publicidad se inserta de forma orgánica en el paisaje urbano.

Lo cierto es que, aunque su propósito inicial haya sido vender, muchas de estas estructuras han terminado contando historias, marcando generaciones y capturando la imaginación de millones de turistas. Así, la publicidad, lejos de ser efímera, a veces se convierte en eterna.

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